viernes, 13 de julio de 2012

los papas - 25

Sixto IV (9 agosto 1471 - 13 agosto 1484)
Personalidad y carrera eclesiástica.
Francisco della Rovere nació en Abisola, cerca de Savona, el 21 de julio de 1414. Hijo de Leonardo, pequeño comerciante, y de Luchina Monleone, descendiente de la vieja nobleza genovesa. Algunos escritores afirman que era de origen humilde y que fue adoptado por el rico genovés Paulo Riario, que después se uniría con los Della Rovere del Piamonte. A los nueve años entró en el convento de San Francisco de Savona, hizo los primeros estudios, y a los 15 años profesó en la orden franciscana. Des-pués de estudiar en Bolonia, Pavía y Padua, donde se doctoró en teología, enseñó esta disciplina y filosofía en Padua, Bolonia (donde conoció a Besarión, que se convertiría en su amigo y protector), Florencia, Perugia y Siena. La preparación y elocuencia que demostró en el capítulo general que la orden celebró en Genova el año 1434, le permitieron escalar los más altos cargos de gobierno en la orden: procurador general, ministro provincial de la Liguria, vicario general de Italia y en 1464 ministro general de la orden. Nombrado cardenal del título de San Pedro ad vincola el 18 de septiembre de 1467, renunció al generalato dos años después. A la muerte de Paulo II, después del cuarto día de cón- clave y gracias al apoyo del partido filomilanés, fue elegido papa por su formación teológica, su vida intachable y su capacidad de mediador. Tomó el nombre de Sixto IV y fue coronado el 25 de agosto. De acuerdo con la capitulación electoral, que preveía continuar la guerra contra los turcos, envió legados a los distintos reinos para organizar la cruzada, pero los príncipes cristianos, empeñados en luchas internas, no escucharon la llamada. La flota organizada con la ayuda de Nápoles y Venecia se limitó a conquistar Esmirna (1472), pero no consiguió frenar el empuje otomano.
Las relaciones con los príncipes católicos y el mecenazgo.
Sixto IV tuvo duros enfrentamientos con los reyes de Castilla y Aragón por el problema de las provisiones episcopales de sus reinos, máxime después de la condescendencia que en este punto habían mostrado los pontífices anteriores y los principios establecidos en la concordia de Segovia de 15 de enero de 1475 sobre el nombramiento de prelados. Después de largas negociaciones, se llegó al acuerdo de 3 de julio de 1482, por el que Roma admitió las provisiones propuestas por la reina Isabel (1474-1504). A juicio de Azcona (La elección y reforma del episcopado español en tiempo de los Reyes Católicos, Madrid, 1960), este acuerdo solucionó cuestiones de hecho pero dejó intacta la cuestión de derecho, pues la Santa Sede no concedió ningún derecho de presentación de obispados. Más éxito tuvieron los Reyes Católicos al obtener de Sixto IV la bula Exigit sincerae devotionis (1 noviembre 1478) que les autorizaba a nombrar inquisidores para vigilar la ortodoxia de los conversos. Con los Estados italianos trató de mantener una política de alianzas y equilibrios, pero los intereses enfrentados de los príncipes y la actuación intrigante de los nepotes del papa, Juliano della Rovere, Pedro Riario y, después de su muerte, de Jerónimo, hicieron inviable la alianza. El año 1475 se celebró el año jubilar y se restableció la alianza con Ferrante de Nápoles, pero las relaciones entre los Estados italianos empeoraron. Lorenzo de Médicis (1469-1492) pretendía conquistar la Umbría y Romagna, aliándose con Venecia y Milán, y Sixto IV, queriendo destruir a los Médicis y mal aconsejado por Jerónimo Riario y el arzobispo de Pisa, dio su asentimiento a la conspiración de algunas familias florentinas guiadas por los Pazzi contra los Médicis que gobernaban Florencia. Aunque el papa se había opuesto a cualquier derramamiento de sangre, el 28 de abril de 1478 Juliano de Médicis fue asesinado en la catedral durante la misa, pero su hermano Lorenzo escapó al atentado y se vengó de los conspiradores. Con el pretexto de la muerte del arzobispo de Pisa y la prisión del cardenal nepote Sansoni Riario, Sixto IV lanzó la excomunión contra Lorenzo de Médicis y el entredicho contra Florencia. El enfrentamiento con Florencia, a quien apoyó Luis XI de Francia (1461-1483), que amenazó con la convocatoria de un concilio, y la conquista de Otranto por los turcos (1480), obligaron al papa a firmar la paz con los Médicis y revocar todas las censuras. La figura y la obra de Sixto IV ha sido muy controvertida. Se observa una contradicción en su conducta, sencilla e intachable antes de la elección y después cínica y violenta, quizás por el influjo nefasto de los nepotes. García-Villoslada (Historia de la Iglesia católica, III, Madrid, 1960, pp. 393-410) afirma que una de las acusaciones más graves que se le hacen es por el desaforado nepotismo que practicó, cuyo objetivo no era sólo promocionar a su familia, sino transformar el Estado de la Iglesia en un principado, reforzando el poder del papa en un sentido monárquico para convertirse en un soberano absoluto. Roma se transformó en la capital del principado, donde el papa concentró el poder religioso, político y militar, gracias al control del ejército por personas fieles por vínculos familiares o institucionales. Sixto IV protegió las artes y las letras. La Biblioteca Vaticana vio incrementar considerablemente sus fondos, dotándola de sede y rentas, y abriéndola al público bajo la dirección de Bartolomeo Platina con la bula Ad decorem militantis Ecclesiae de 15 de junio de 1475. Hizo importantes obras en Roma, como se puede leer en multitud de inscripciones conmemorativas; restauró el puente Sixto y el hospital de Santo Espíritu, trazó y pavimentó varias calles, construyó y restauró muchas iglesias y, sobre todo, la capilla Sixtina, decorada, entre otros, por Boticcelli, Ghirlandaio, Pinturicchio, el Perugino y Signorelli, que dejaron hermosos frescos representando las figuras de los papas y escenas de la vida de Moisés y de Cristo. En el ámbito eclesiástico apoyó a los franciscanos y protegió a los mendicantes, intentó reformar a los conventuales, introdujo algunas modificaciones en la Rota, confirmó la orden de los mínimos fundada por san Francisco de Paula, potenció la devoción a la Virgen María y fue demasiado generoso en conceder indulgencias y privilegios. Murió el 13 de agosto de 1484 y fue sepultado en la capilla de la Concepción de la basílica de San Pedro.

Inocencio VIII (29 agosto 1484 - 25 julio 1492)
Personalidad y carrera eclesiástica.
Juan Bautista Cibo nació en Genova el año 1432. Hijo de Arano Cibo y de Teodorina de Mari, patricia genovesa, pasó su juventud en la corte de Nápoles, en cuya ciudad trabajaba su padre en la administración de la justicia. Antes de entrar en el estado eclesiástico tuvo dos hijos ilegítimos: Teodorina y Francescheto. Estudió en Padua y Roma, y ordenado sacerdote Paulo II le confirió el obispado de Savona en 1467 que, en 1472, cambió por el de Molfetta, cerca de Bari. Gracias a la amistad con el nepote del papa Juliano della Rovere, el futuro Julio II, hizo una rápida carrera en la curia. En 1473 Sixto IV le creó cardenal del título de Santa Sabina, que poco después cambió por el de Santa Cecilia. A la muerte de Sixto IV, mientras se reanudaban en Roma las luchas entre los Orsini, que apoyaban al cardenal Borja, y los Colonna que sostenían a Della Rovere, se reunió el cónclave, y el 29 de abril de 1484 eligió papa al cardenal Cibo, gracias a los manejos de Della Rovere. El nuevo papa tomó el nombre de Inocencio VIII. Era hombre de elevada estatura, dadivoso y de distinguido porte, indeciso y débil de carácter, pero tan afable que, al decir de Conti (Le storie de suoi tempi del 1474 al 1510, Roma, 1880), «nadie se iba descontento de él; acogía a todos con bondad y dulzura, y se mostraba amigo de nobles y plebeyos, de ricos y pobres». Fue dominado por el cardenal Della Rovere, que inspiró gran parte de sus actuaciones políticas.
La política pontificia.
Al igual que sus antecesores, quiso organizar una cruzada contra los turcos, pero las discordias entre los príncipes cristianos lo impidieron. Aprovechó los enfrentamientos entre los hijos de Mohamed II y llegó a un acuerdo con el sultán Bayaceto (1481-1512) para retener en prisión al príncipe Hixem, que se había entregado a los cristianos al no poder derrocar a su hermano, recibiendo como recompensa la lanza que se creía había traspasado el costado de Cristo y un tributo anual de 40.000 escudos. Con los reyes de Castilla y Aragón sólo tuvo un duro enfrentamiento por la provisión del obispado de Sevilla, que finalmente se sustanció a gusto de los monarcas. Después, los reyes consiguieron el privilegio de patronato y de presentación para todos los obispados y beneficios del reino de Granada (13 diciembre 1486), cuya conquista avanzaba con lentitud, pero con seguridad; de tal manera que cuando llegó a Roma la noticia de la caída de Granada, Inocencio VIII se dirigió procesionalmente a la iglesia de Santiago de la nación española, en plaza Navona, para decir una misa en acción de gracias y dar la bendición papal. Confirmó al rey de Portugal los derechos que le habían sido concedidos por sus antecesores sobre Guinea y la costa occidental africana. Reconoció a Enrique VII Tudor como rey de Inglaterra (1485-1509), después de la guerra de las Dos Rosas, y aprobó su matrimonio con Isabel de York, hija de Eduardo IV (1461-1483), de cuyo matrimonio nacería Enrique VIII (1509-1547). Más difíciles fueron sus relaciones con los príncipes italianos y, sobre todo, con Ferrante de Nápoles. El apoyo del papa a los barones napolitanos rebeldes contra el monarca desató la guerra, a la que se unió el rey de Hungría, por su parentesco con el monarca aragonés. El papa solicitó la ayuda francesa y se firmó la paz en septiembre de 1486, pero las relaciones no mejoraron y el papa excomulgó a Ferrante en 1489, ofreciendo el reino de Nápoles a Francia. En enero de 1492, ante la amenaza francesa, el rey se mostró más conciliador y se firmó la paz. Con el fin de romper su aislamiento y sanear las maltrechas finanzas pontificias, Inocencio VIII buscó la alianza de los Médicis. Casó a su hijo Francescheto con Magdalena, hija de Lorenzo de Médicis, con gran pompa en el Vaticano, y nombró cardenal al hijo del mismo, Juan, joven de trece años, ya abundantemente prebendado, y que más tarde sería papa León X. En el Estado de la Iglesia el papa trató de gobernar apoyándose en las oligarquías locales. La familia Della Rovere continuó manteniendo el control del gobierno de la Iglesia, como había hecho con Sixto IV. Después de duros enfrentamientos, también los Orsini y los Colonna llegaron a un acuerdo que restableció su dominio en las regiones cercanas a Roma a costa del poder papal. Entre tanto la relajación de la curia pontificia continuó. Para hacer frente a los dispendiosos gastos, se recurrió a la venta de los oficios curiales, a incrementar el número de cargos y a aumentar el precio de los existentes. En el campo religioso hay que recordar la bula Summis desiderantes affectihus (5 diciembre 1484), que concedía plenos poderes a la Inquisición para luchar contra la brujería y demás prácticas supersticiosas. El papa también condenó las novecientas tesis De omni re secibilii que Pico de la Mirándola (1463- 1494) extrajo de autores latinos, griegos, judíos y caldeos sobre lógica, moral, física y otras ciencias como contrarias al dogma. Aunque no fue un gran mecenas de las artes, restauró en Roma muchas iglesias y en el Vaticano construyó un grandioso palacio para los oficiales de la curia. Murió el 25 de julio de 1492 en Roma y su cuerpo fue sepultado en la basílica de San Pedro, en un sepulcro de bronce construido por su nepote cardenal Lorenzo Cibo.

Alejandro VI (10 agosto 1492 - 18 agosto 1503)
Personalidad y carrera eclesiástica.
Rodrigo de Borja nació en la localidad valenciana de Játiva (España) hacia el año 1431. Hijo de Jofre e Isabel de Borja, hermana de Calixto III, con el apoyo de su tío hizo una carrera rápida y briliante. Estudió en Bolonia y se doctoró en derecho canónico en 1456, siendo ya notario apostólico. El 20 de febrero de 1456 su tío le hizo cardenal del título de San Nicolás in carcere y en mayo le nombró vicecanciller de la curia romana, cargo que mantuvo hasta que fue elegido papa. Otros muchos beneficios y dignidades consiguió de su tío y de sus sucesores: obispo de Gerona (1457-58), Valencia (1458-92) y Cartagena (1482-92), los beneficios del obispado de Mallorca (1489-92), etc. Este conjunto de oficios, y sobre todo la Cancillería, le proporcionaron importantes ingresos, y junto con el cardenal francés d'Estouteville pasó por ser el cardenal más rico de su tiempo, lo que le permitió lleva i un estilo de vida de un príncipe del Renacimiento. Elegante en sus comportamientos, versado en el derecho y hábil en los negocios políticos y en la administración de la curia, fue víctima de una gran sensualidad y del excesivo amor por los hijos que tuvo de diferentes mujeres. En los años 1462-1471 nacieron Pedro Luis (nombrado por Fernando el Católico duque de Gandía), Jerónima e Isabel de madre desconocida. De Vannozza de Catanei tuvo los cuatro más célebres: César, Juan, Jofre y Lucrecia; siendo papa tuvo a Juan Borja, duque de Camerino, y a Rodrigo, de madre desconocida. Durante algunos años de su pontificado mantuvo relaciones con Julia Farnese, aunque no tuvieron hijos. Sin embargo, no se debe olvidar que sus contemporáneos daban escasa importancia a los comportamientos inmorales de los allos eclesiásticos y al hecho de que tuvieran hijos. Al inicio del cónclave que siguió a la muerte de Inocencio VIII, los dos cardenales más poderosos, Ascanio Sforza (hermano de Ludovico el Moro) y Juliano della Rovere (nepote de Inocencio VIII) contaban con el apoyo de Ludovico y Ferrante. Pero ninguno de ellos podía tener la mayoría de votos necesaria para alcanzar la tiara, y Ascanio patrocinó y promovió la candidatura de Rodrigo de Borja, que había dado pruebas de gran habilidad política, requisito esencial entonces, cuando Carlos VIII de Francia (1484-1498) se aprestaba a la conquista del reino de Nápoles, como heredero de los Anjou. Rodrigo de Borja fue elegido papa el 10 de agosto de 1492 y tomó el nombre de Alejandro VI. El 26 de agosto se celebró la coronación en San Pedro.
La política pontificia.
La actividad de Alejandro VI como papa se desarrolló en una triple dirección: su misión pontificia, la política italiana y los intereses familiares. Apenas elegido, declaró que su deseo era procurar la tranquilidad de Italia y la unión de los príncipes cristianos ante el avance turco, siguiendo el ejemplo de Calixto III. En el primer período de su pontificado, hasta 1498, procuró seguir esta línea, aunque quedó limitada al equilibrio italiano y al europeo. Tras la ruptura de Milán con Florencia y Nápoles, Alejandro VI negoció la formación de la liga de San Marcos (1493) con Venecia y Milán, a la que luego se unieron otros príncipes italianos y vino a reemplazar la ya quebrada liga itálica. La amistad con Milán se reforzó con el matrimonio de Lucrecia con Francisco Sforza, sobrino de Ludovico, y tendía a alejarle de su amistad con Carlos VIII, que pretendía la investidura del reino de Nápoles. Pero el papa no se la concedió cuando en agosto de 1493 el embajador extraordinario de Francia la solicitó en nombre de su rey. Para entonces, Alejandro VI ya había trabado lazos de amistad con los dos reyes de la casa real de Aragón, Ferrante de Nápoles y Fernando II de Aragón, que propuso al papa el matrimonio de Juan de Borja, duque de Gandía e hijo del papa, con María Enríquez, prima hermana del rey de Aragón, y comenzaron las negociaciones para la concesión de las bulas alejandrinas. Por lo que respecta a Nápoles, el papa casó a su hijo Jofre Borja con Sancha de Aragón el 7 de mayo de 1494, y al día siguiente el cardenal de Monreal, Juan de Borja, como legado a latere coronó a Alfonso II como rey de Nápoles (M. Batllori, Alejandro VI y la casa real de Aragón, Madrid, 1958). Esta toma de posición del papa no bastó para que Carlos VIII desistiese de la empresa contra Nápoles, a la que le incitaba el cardenal Della Rovere que había huido a Francia. Alejandro VI no tuvo más remedio que dejar paso libre a las tropas francesas por los Estados Pontificios y Carlos VIII entró en Roma el 31 de diciembre de 1494. El papa hizo algunas concesiones al rey francés, pero no le otorgó la investidura de Nápoles; salió de Roma y el 31 de marzo de 1495 organizó con el Imperio, España, Venecia y Milán, la Santa Liga contra Carlos VIII, que había ocupado Nápoles. Esta alianza y la oposición que Car- los encontró en aquel reino obligaron al francés a abandonar Italia. En los años siguientes el papa continuó la política de acercamiento a España y Nápoles, y tropas españolas conquistaron la fortaleza de Ostia que pertenecía al cardenal Della Rovere y había quedado en poder de los franceses (9 marzo 1497). En la noche del 14 al 15 de junio de 1497, el joven duque de Gandía y capitán general de la Iglesia, Juan Borja, fue misteriosamente asesinado y tirado al Tíber, y el papa acosado por el dolor, por la reflexión y por las invectivas de Savonarola (1452-1498) contra los desórdenes del pontificado romano, planeó una reforma de la Iglesia que de haberse puesto en práctica hubiera podido impedir peligros futuros a la Iglesia. Pero la bula de reforma no llegó a publicarse. En los años 1495-1498 tuvo que hacer frente al conflicto que provocó el dominico Savonarola, prior del convento de San Marcos de Florencia. Apoyado por la facción florentina contraria a los Médicis, pretendía instaurar un Estado teocrático, y en sus sermones designaba a Carlos VIII como el nuevo Ciro que venía a liberar Florencia, Roma y a toda Italia de la corrupción y tiranía de la curia romana. Alejandro VI le prohibió predicar, pero no hizo caso. El 13 de mayo de 1497 fue excomulgado, pero continuó predicando contra la curia romana. Alejandro VI pidió entonces a la Señoría que encarcelara a Savonarola y, una vez arrestado, fue juzgado por comisarios pontificios y condenado. El 23 de mayo de 1498 fue ejecutado por el poder civil (A. Huerga, Savonarola.
Reformador y profeta, Madrid, 1978).
Alejandro VI no quería jugar a una sola carta y, en 1498, cuando César Borja renunció al capelo cardenalicio y se secularizó, inició una política francófila. César marchó a Francia y contrajo matrimonio con Carlota Albret, hermana del rey de Navarra, y el papa declaró nulo el matrimonio de Luis XII (1498 1515) con Juana de Valois, para que se pudiera casar con Ana de Bretaña, que| incorporó aquel ducado a la corona francesa. Ante la alianza de Francia y Venecia contra Milán (1499), el papa conservó la neutralidad, pero favoreció apoyó decisivamente las empresas de César Borja para conquistar la Romagna y las Marcas, y le nombró duque de la Romagna. El 25 de junio de 1501 Alejandro VI aceptó el tratado de Granada del año anterior por el que Fernando el Católico y Luis XII se repartían el reino de Nápoles, y César Borja se puso al servicio del rey francés. Probablemente el papa creyó que ésta era la mejor solución para impedir la hegemonía de España o de Francia en Italia. Disgustó a Fernando e Isabel por recibir en Roma a muchos judíos expulsos, pero les favoreció con las bulas alejandrinas y con la concesión del título de reyes católicos. Se apoyó en Luis XII para engrandecer a su hijo César, pero con ello frenó también las ambiciones de España en Italia. La víctima de esta política oscilante fue el reino de Nápoles. A pesar de su actividad política no abandonó la idea de la cruzada que proyectó al inicio de su pontificado. En marzo de 1499 convocó a los embajadores de los príncipes cristianos para invitarles a la unión frente a los turcos, y en junio de 1500 publicó la bula de cruzada, enviando a todos los países legados y predicadores. Sólo España y Venecia respondieron a la llamada, pero en 1502 Venecia firmó la paz con los turcos y todo terminó. Gran importancia tuvieron las bulas alejandrinas que el papa concedió a los Reyes Católicos en 1493. Con las bulas ínter coetera o de donación, concedió a los Reyes Católicos «todas y cada una de las tierras descubiertas o por descubrir, que no se hallen sujetas al dominio actual de algunos señores cristianos», con la obligación de enviar misioneros que instruyeran a los nativos en la doctrina cristiana. Con el breve Eximiae devotionis sinceritas les otorgó los mismos privilegios que a los reyes de Portugal, y con la bula Dudum siquidem demarcó las tierras descubiertas y por descubrir entre Castilla y Portugal.
La actividad religiosa y el mecenazgo.
En el aspecto religioso no pueden tomarse en serio las acusaciones de herejía que le hicieron; al contrario, demostró un auténtico celo por la pureza de la fe, renovó la bula In coena Domini contra los herejes, promovió las reformas eclesiásticas en Europa y la propagación de la fe en América, y confirmó la orden de los mínimos fundada por san Francisco de Paula. La celebración del Año Santo de 1500 contribuyó a dar prestigio al pontificado y a hacer ver que la vida privada del papa no estaba reñida con una piedad sincera. En lo cultural extendió su mecenazgo a los juristas y a los humanistas: Lascaris, Aldo Manuzio, Brandolini, Pomponio Leto, etc. En su tiempo, el Pinturicchio decoró las estancias Borja del Vaticano y Miguel Ángel (1475-1564) esculpió la Piedad. Reconstruyó la Universidad de Roma (la Sapienza) y realizó obras notables en el castillo de Sant'Angelo y en la basílica de Santa María la Mayor, construyendo el magnífico artesonado, dorado con el primer oro llegado de América. Murió el 18 de agosto de 1503. Sepultado provisionalmente en Santa María delle Febri, junto al Vaticano, no llegó a tener el mausoleo que Paulo III (Alejandro Farnese) deseaba se le erigiese en Roma. En 1610 sus restos y los de su tío Calixto III fueron trasladados a Santa María de Montserrat, iglesia de la corona de Aragón en Roma, pero sólo en 1889 se les erigió una tumba en ella.

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