viernes, 30 de noviembre de 2012

La virgen inmaculada

Todo ser humano lleva en su corazón la reproducción fotográfica de la persona que ama.
No existe ”el amor a primera vista”; el amor es la realización de un deseo, el cumplimiento de un ensueño.
Tenemos dentro de nosotros un ideal forjado por nuestro mismo pensamiento, por nuestros hábitos, por nuestra experiencia y por nuestros deseos. De otra forma, ¿cómo íbamos a poder distinguir a primera vista que personas y cosas nos agradan? Aún antes de tropezar con ciertas personas nos hemos creado anteriormente un modelo y unas formas de lo que nos agrada y de lo que nos desgarra y algunas de las personas que vemos son copia fiel del modelo y otras uno.
¿Cómo es que cuando oímos por primera vez un motivo musical nos gusta o no? Lo juzgamos conforme a la música que llevamos en el corazón. Las mentes inquietas que no saben detenerse bastante en un mismo pensamiento y que no poseen continuidad de ideales sienten predilección por la música excitante y frenética que las distrae. Las mentes reposadas prefieren, en cambio, la música tranquila.
El corazón poseer una melodía propia secreta, y el día en que se ejecuta por primera vez esa música exclama: “¡esa es!”.
Lo mismo sucede con el amor.
En el corazón humano humor a un diminuto arquitecto que trabaja en el interior y que la vista de las personas que ve, de los libros que leer, de sus esperanzas y de sus ilusiones, diseña los bocetos del amor ideal con el ardiente y apasionado deseo de que un día pueden sus ojos contemplar ese ideal y las manos al partido.
La vida resulta más bella el día en que vemos realizarse nuestro sueño, en la persona amada nos parece la encarnación de cuánto apreciamos. La simpatía procaz de repente, pero es que en realidad, ya existía en nosotros estés largo tiempo.
También lleva Dios dentro de sigue el modelo de cuanto amo en el universo.
Del mismo modo que un arquitecto lleva en su mente el plano de la casa que quiere construir, así también tienen Dios que en su mente una idea arquetipo de cada flor, década pájaro, de cada árbol y de cada media primaveral
La primera pincelada en el lienzo, el primer golpe del escoplo en el mármol, no puede existir sin que les haya preferido una idea luminosa.Cada átomo, cada rosa, no son sino realidades y concreciones de una idea preexistente en la mente de Dios desde toda la eternidad.
Todas las criaturas por debajo del hombre corresponden a un modelo que Dios tiene en la mente. Un árbol es de verdad un árbol porque corresponde a la idea de que Dios tiene desea árbol. Una rosa es rosa porque es la idea que Dios tiene de una rosa formado por las sustancias químicas y el tinte de la vida.
Con las personas, sin embargo, el ocurre lo mismo. Los deben tener de nosotros dos imágenes: lo que somos que lo que deberíamos ser. El Señor posee el modelo y la realización, el plano y el edificio, a la partitura musical y el modo como se ejecuta.
Dios debe tener estas dos imágenes sobre nosotros, porque en cada uno de nosotros existe una desproporción satisfecha entre el proyecto original y el modo de realizarlo personalmente nosotros. La imagen está oscura, el cuadro está descolorido; nuestros actos líderes no corresponden a la razón de nuestro ser; no llegamos a lo que quisiera Dios que fuésemos.
Aunque Dios tenga dos imágenes nuestros, existe, sin embargo, una sola criatura humana, entre todas las de la creación, de la cual puse una sola imagen, y en la que reino y reina una perfecta conformidad entre lo que Dios pensaba que fuese y lo que es que en realidad; ésta es su bendita y Santísima Madre.
Muchos de nosotros nos quedamos por debajo de la “marca” en cuanto que no hemos correspondido plenamente a las enseñanzas que el Padre celestial abrigaba sobre nosotros; pero en el caso de que la virgen la “marca” ha sido plenamente alcanzada.
María santísima es, de carne y hueso, tal como la idea que de ella se había forjado Dios. El modelo y la realización son perfectamente iguales: la Virgen es todo lo que fue previsto imaginado y soñado. La melodía universal de su vida es la perfecta interpretación de la partitura original.
Por esta razón, a través de los siglos, ha atribuido la liturgia cristiana a la Virgen las palabras del libro de los Proverbios. La Santísima Virgen es la realización de todo lo que Dios hubiese querido que fuésemos nosotros, y habla de sí misma como de la reproducción fotográfica de la ida existente en la mente del Señor, para que ella amargura Dios antes de existir como criatura humana.
Se erige de Maria que estaba al lado del Señor, no sólo antes de la televisión, sino también en el momento de ella.
Existía en la Mente Divina como pensamiento eterno antes de que existiese ninguna otra Madre. Es la Madre de las Madres...
“el Señor me tuvo consigo al comienzo de su obra, en el nacimiento del tiempo, cuando inició la creación. Estuve constituida desde la eternidad, antes de que existiese la tierra; ya había sido concebida cuando los abismos fueron una realidad y cuando las fuentes de agua no habían brotado todavía de la tierra, ni habían surgido las montañas con sus moles inmensas; fui engendrada antes que los collados, cuando Dios creó los cielos, cuando refrenar las aguas con marcos inviolables, cuando fijó la atmósfera por encima de todas las cosas, cuando niveló los manantiales que las aguas en las con cavidades. Estaba presente cuando Dios encerró el mar dentro de sus límites, estaba al lado del creador, hice desde la mañana hasta la noche, mientras me recreaba inclinada delante de El, sentía crecer mi alegría; jugaba en este mundo de polvo, teniendo por compañeros de mis juegos a los hijos de Adán. Escúchame, pues, vosotros que soy mis hijos niños. Dichosos los que me escuchan y, atentos a mi portal, esperan día tras día el momento en que abra mis puertas. El que me encuentre encontrará la vida y deberá completa felicidad en el cáliz de Dios” (Prov. 8, 22-36)
Dios no pensó en la Virgen solamente desde la eternidad, sino también al principio mismo del tiempo. Cuando el género humano supo perdido por culpa de una mujer, Dios habló al demonio de la siguiente manera: “pondré enemistades entre ti la mujer, entre tú ves tendencia en la suya. El aplastara tu cabeza mientras que tú pondrás asechanzas en su calcañar”…
Dios quería significar que, sin por culpa de una mujer, se había perdido el hombre, también se salvarían través de una mujer.
El mal prosperaría, y bajo místicas apariencias llegaría a instaurar un reino comunista y satánico; pero la mujer tendría también su progenie: a nuestro Señor, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo.
Cuando Dios determinó hacerse hombre, debía escoger el tiempo de su venida, el país donde la feria, la población en la que crecería, la gente y las tinte con las que Biblia, los sistemas políticos y económicos que le rodea veían, la lengua que hablaría y las reacciones psicológicas con las que estarían contacto, como Señor de la historia y Salvador del mundo.
Todos estos problemas lo resolvería un solo factor, con la mujer que sería su Madre.
Escoger la Madre significaba también elegir una determinada posición social, un idioma, una población, un ambiente, un momento decisivo en el destino.
Su Madre no era como la nuestra, aceptada por nosotros como algo establecido en la historia y que no nos es dado cambiar; el Señor, en cambio, nació de una Madre que él mismo había elegido antes de nacer.
Este es el primero y único caso en la historia en el que un hijo haya elegido su propia madre y en el que una Madre haya elegido a su hijo. Y eso es lo que expresan las palabras del credo: Ignacio de Santa Maria Virgen… “La Virgen fue llamada por Dios como lo fue Aarón, y nuestro Señor nació, no sólo de su seno, sino también de su mismo deseo de concebirlo”...
No debemos extrañar los que se hable de la Virgen Maria como de un pensamiento que cruzó por la mente de Dios antes de crear el mundo.
Cuando Whitsler pintó el retrato de su Madre, ¿no tuvo caso la imagen suya ante sus ojos antes de ordenar los colores en el cuadro?
Sí os hubiese sido dado existir antes que vuestra Madre, no artísticamente sino en la realidad objetiva, ¿no la habría y se echó como la mujer más perfecta del mundo –una criatura tan hermosa que habría despertado la envidia de todas las demás mujeres- como una criatura tan gentil y cariñosa que todas las demás Madre está habrían deseado imitar sus virtudes? ¿a qué, pues, pensar que Dios cobraría de manera diferente? Cuando a Whistler le elogiaron el retrato de su Madre contestó: “ya sabéis lo que pasa: cada cual trata de hacer a su madrecita lo mejor que puede”…
También creo que cuando Dios que iba a ser hombre, había su Madre lo mejor que pudiese y, consecuentemente, la hizo perfecta…Las obras maestras de Dios son la creación del hombre y su segunda creación y redención.
La creación se hizo para los hombres cuando aún no había caído en el pecado original; pero su cuerpo místico, en cambio, para los hombres pecadores.
Antes de crear al hombre, Dios creó un jardín delicioso, tan bello como solo Dios podía hacerlo; en ese paraíso se celebraron las primeras bodas entre el hombre y la mujer.
Cuando el hombre renunció a los bienes divinos teniéndolo más bajo de su naturaleza y se rebeló contra el cielo, Dios estableció crear al hombre por segunda vez, redimiéndolo; pero antes de proceder a ello creó otro jardín.
Este nuevo jardín no sería ningún jardín terrenal, sino jardín humano; sería un jardín en cuyas puertas nunca estaría escrita la palabra” pecado”; un jardín en el que nunca crecería la mala hierba de la rebelión para sofocar las flores de la gracia; un jardín que debía vida a 4 ríos de redención cuyas aguas corrían por los 4 puntos cardinales de la tierra; un Jardín tan limpio que Dios Padre no vacilaría nacer vivir en él a su propio Hijo; y este “Jardín encantado” cuyo Jardinero sería el nuevo Adán, fue nuestra bendita Madre.
Así como el Edén había sido el paraíso de la creación, la Virgen Maria sería el paraíso de la encarnación, y en ella, como en un jardín, se celebraría las primeras bodas entre Dios y el hombre junto cuanto más se próxima uno al fuego, tanto más calor experimenta; cuanto más nos aproximamos a Dios, mayor pureza encontraremos; pero del mismo modo que nadie estuvo más cerca de Dios que la mujer, cuyas puertas humanas abrió El para andar por esta tierra, una existe tampoco tan puro como Ella.
A esta pureza la llamamos la Inmaculada Concepción.

La palabra “inmaculada” no viene del “nacimiento de la Virgen”, sino de otras dos latinas que significan “no manchada”. Concepción quiere decir que en el momento en que fue concebida en el seno de Santa Ana, maestra bendita Madre fue preservada del pecado original en virtud de los méritos de la redención de su Hijo.
No ha llegado a comprender por qué a estas alturas a un encuentra el hombre algún motivo para reírse de la Inmaculada Concepción, cuando pretende, como moderno pagano que eres, haber sido concebido también él sin mancha alguna. Si no existiese el pecado original, entonces es cuando naceríamos sin mancha todos los mortales.
¿Por qué a demostrarse, pues el hombre tan reticente en atribuir a Maria lo que se atribuye a sí mismo?

Sin embargo, a pesar de su Inmaculada Concepción, también debió ser limpiada de pecado la Virgen Maria. También Ella!
María es el primer caso de redención, en cuanto que fue preservada del pecado en el mismo instante en que fue concebida, mientras que nosotros somos también, aunque de modo menor, después del nacimiento. Ese privilegio sede concedió a la virgen, no por ella sola, sino por el amor de Dios.
Supongamos que Dios, al crear de nuevo al hombre, hubiese creado igualmente una nueva mujer, una nueva Eva. ¡! ¡Qué desastre más grande se hubiese producido!
¡La cristiandad estaría acusada de ser una religión de hombres solamente! ¡Las mujeres habrían de haberse procurado otra religión exclusiva de mujeres solamente!
Se había insinuado que la mujer debiera ser siempre la esclava del hombre y que él mismo Dios entendía que fuese así a no haber creado una nueva Eva, como lo había hecho para Adán.
La Inmaculada Concepción de María es el más grande tributo de la cristiandad a la parte confiada a las mujeres en la redención.
Y esto nos conduce de nuevo al principio… Dijimos que cada uno de nosotros lleva en su corazón la reproducción fotográfica del amor ideal. Todo hombre que busca a su mujer, todo mujer que desea ser cortejada por los hombres, cualquier vínculo de amistad en el mundo, buscan desesperadamente un amor que no sea solamente el amor de “el” o de “ella”, sino algo que comprenda a ambos y que ellos llaman “nuestro amor”.
Cada uno de nosotros se haya enamorado del amor ideal, amor tan superior al físico, que hace olvidado por completo.
Todos nosotros sentimos mayor apego por unas cosas que por otros. Cuando pasa la onda, el apego, el amor por esas cosas ha terminado. Para decirlo con el poeta: “podría amarte así de bien, oh querida, sino almas y tanto más el honor”.
Así cómo se necesitan aire para respirar, así también se necesita una atmósfera especial para amar, debiendo estar constituida la esencia de esa atmósfera por Jesucristo y por Maria.
El amor ideal que sabemos existe más allá del amor terreno, ese amor al que nos dirigimos –cuando nos quedamos sin el amor físico, es el mismo ideal que Dios te agua en el corazón desde la eternidad la mujer que El llama” Madre Santa”-, la que cada uno de nosotros habrá cuando ama a una mujer, lo sepa o no lo sepa.
La Virgen es como toda mujer quisiera ser cuando semilla en el Espejo de la vida.
Ella es la mujer con la que todo hombre quisiera desposarse; es el ideal latente en el sentido de rebelión que toda mujer experimenta cuando el hombre se hace demasiado agresivamente sensual; es el secreto deseo de que toda mujer siente de que la honren y la protejan.
Para conocer a una mujer, o seguían de la, precisa que el hombre la haya poseído antes en sueños.
Para ser amada por el hombre que la pose, la mujer de beber deseado ante ser amada por el idealmente.
María es el ideal y el amor, imagen de lo que es posible; la Virgen es el ideal de amor que Dios amaba aun antes de crear el mundo; es la virgen inmaculada, Madre de Dios.
Dejad, pues, que diga con vosotros: ella eres aquí yo quiero…

¡Por el amor de Jesús!
Radiomensaje del 11 de marzo de 1951. Fulton Sheen

jueves, 29 de noviembre de 2012

ponencia interesante

Arcadi Oliveres, 6 de septiembre de 2012, sobre LA DICTADURA DE LOS MERCADOS Y SU ALTERNATIVA




miércoles, 28 de noviembre de 2012

martes, 27 de noviembre de 2012

paisajes para el espiritu

contemplar la naturaleza es tgrascendental para comprender la maravilla del Creador

lunes, 26 de noviembre de 2012

domingo, 25 de noviembre de 2012

MI NOMBRE ES KHAN

Rizwan Khan (Tanay Chheda) es un niño musulmán que se crió con su madre (Zarina Wahab) en el Borivali sección de Bombay en la India y que sufre de síndrome de Asperger. Ya como un adulto (Shahrukh Khan), Rizwan se enamora de un hindú madre soltera, Mandira (kajol) que vive en San Francisco. Después de los atentados del 9/11, Rizwan es detenido como sospechoso de terrorismo por la autoridades por la conducta sospechosa que tiene a razon de su discapacidad. Después de su arresto, él se reúne con Radha (Sheetal Menon), un terapeuta que ayuda a superar los traumas vividos. Rizwan entonces comienza un viaje para encontrar y reunirse con el Presidente Barack Obama (Christopher B. Duncan), a fin de limpiar su nombre.

sábado, 24 de noviembre de 2012

EL BUEY Y LA MULA

Juan Manuel de Prada escribe sobre el tema... 


La aparición del más reciente libro del Papa, «La infancia de Jesús· (que todavía no hemos tenido ocasión de leer, aunque prometemos hacerlo en breve), ha provocado una eutrapélica discusión en torno a las figuras del buey y la mula, imprescindibles en cualquier belén que se precie. Lo cierto es que en la detallada narración evangélica del nacimiento de Jesús, llena de rasgos asombrosos de observación que nos permiten figurarnos minuciosamente lo que ocurrió en Belén, no aparecen ni por asomo los controvertidos buey y mula. ¿Cómo se explica, entonces, que la tradición haya querido incorporarlos a tan conmovedora escena? Porque cuando una tradición es inveterada e insistente algún significado verdadero y hondo tiene que esconder.

Siempre se ha pensado que el buey y la mula estarían en la cueva o pesebre donde nade el Hijo de Dios para darle calor. Pero, de la lectura del Evangelio, ni siquiera se desprende que aquella noche hiciese frío en Belén; más bien al contrario, se nos especifica que «había en la región unos pastores que pernoctaban al raso», de donde hemos de colegir que la noche sería tibia y serena, pues de lo contrario los pastores se habrían recogido en una majada. Y si los pastores dormían al raso tan panchos hemos de suponer que a Jesús le bastaría, para combatir el fresco de la madrugada, con los pañales en que lo había envuelto su Madre, a quien imaginamos -como a todas las madres que en el mundo han sido- temerosa de que su Hijo recién nacido pille un resfriado y propensa a abrigarlo incluso en demasía. Además, por el lugar revoloteaban los ángeles, que se habrían preocupado de envolver al Niño con sus alas si hubiese hecho frío (pues las alas de los ángeles deben abrigar más que las mantas eléctricas). El buey y la mula parecen, pues, convidados superfluos, incluso intempestivos, en tan gozosa escena. Y, sin embargo, la bendita tradición iconográfica, erre que erre, los mete invariablemente en el ajo. ¿Por qué?

Algunos Santos Padres interpretan que el buey y la mula representan la unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento; otros, proponen que simbolizan la unión de judíos y gentiles. Y, desde tiempos muy antiguos, circuló una leyenda según la cual San José habría llevado el buey a Belén para pagar el tributo al César, mientras la mula habría servido de cabalgadura a la Virgen, pues entre Nazaret a Belén hay cuatro días de camino a pie, trecho excesivo para una mujer en trance de parir. Pero, como algún comentarista bíblico ha observado, no parece verosímil que a un hombre que llega conduciendo un buey y a una mujer que viene subida en una mula se les niegue sitio en la posada; pues tan pobres no habrían de ser.

Hay un versículo en Isaías que viene como de molde para explicar la presencia de estos dos humildes animales en el pesebre: «Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento». Buey y mula representarían, pues, ese conocimiento misterioso de las cosas que sólo los animales poseen, esa suerte de sexto sentido que les hace recogerse ante la inminencia de una tormenta, mientras a los hombres los pilla el chaparrón desprevenidos. Y eso simbolizan esas dos figuras que seguimos colocando en nuestros belenes (¡y que no falten nunca!): lo que había ocurrido en aquel pesebre había pasado inadvertido al común de los hombres; pero los animales lo presagiaban en el aire: sabían que el universo acababa
de
ser restaurado, sabían que la Creación entera había sido renovada. Habían reconocido en ese Niño al Señor de la Historia.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Conocimiento mesiánico del Bautista

Desde su prisión debatieron te envío el bautista a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: ¿eres tú el que ha devenido o esperamos a otro? (Mt 11,2s)
La mayor parte de los exégetas interpretan esta misiva como un recurso empleado por San Juan para dar ocasión a sus discípulos de conocer que Jesús era el mesías anunciado. Con todo respeto que notoria los grandes doctores que así opinan, hemos de confesar que tal interpretación nunca nos ha satisfecho. Quién pregunta y quien espera la respuesta es cuan, y por lo mismo a Juan va dirigida la contestación: id y contar a Juan lo que habéis oído y visto (11,4).
Quizá tengan muchos una idea poca exacta del conocimiento de  san Juan poseía acerca del mesías y de su misión. Para ellos, desde el momento en que María visitó Isabel y está sintió que en su seno saltaba el precursor, San Juan tuvo un conocimiento claro de quien era Jesús; conocimiento que el Espíritu Santo o y el infundido y que nunca sufrió la menor mengua a través de toda su vida. Sin embargo, el mismo evangelio nos dice que cuando Jesucristo vino bautizarse, el bautista no supo quién era hasta que vio bajar sobre él el Espíritu Santo: yo no le conocía, pero el que me mandó a bautizar con agua, aquel que me dijo: sobre quién vieres bajar el espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo di id y testimonio de que ese es el Hijo de Dios (Jn 1,33s)
Nada y en el evangelio cabría pensar que el salto dado por San Juan en el seno materno en el sexto mes de su gestación ante la presencia de María, en quien tomaba carne humana el verbo divino, fuese un acto consciente, que supusiera un conocimiento por muchos conceptos milagroso: milagroso por el sujeto y quien se verificaba, ya que normalmente sólo era capaz de vida vegetativa, y aun esa, imperfecta: milagroso por referirse a algo que estaba oculto en el interior de María, y milagroso, en fin, por tratarse del misterio que solo Dios y María podía desvelar. El texto no dice tanto. El texto sólo exige que Isabel, llena del espíritu Santo, sintiese en su interior una conmoción puramente física, aunque sobrenatural, que el niño, que ella, conocer era de lo que el ángel había prometido Zacarías, relaciono con lo que el Espíritu de revelaba del misterio de Maria.
A esto se reduce todo. Día llegara en que Dios le revelase la dignidad de Jesús y la excelencia de su misión; pero esa misma revelación había de ser, como en todas o casi todas
Las que registra la Escritura, progresiva e incompleta en sus principios.
El evangelio nos presenta San Juan creciendo en el desierto, hasta que un día recibe una revelación de Dios, que le impulsa realizar la profecía de Isaías, siendo la voz invita a preparar los caminos porque llega ya el Señor. Los caminos eran ante todo de orden moral. Era preciso cambiar de vida, porque el día en que el mesías apareciese para separar el trigo de la paja, ante nada serviría ser hijo de Abraham, sino el haber obrado bien.
La predicación de Juan hizo en impresión, y los evangelios nos hablan de muchedumbre se acudían a él para ser bautizados en señal de que se proponía cambiar de vida. Entre la muchedumbre llegó un día Jesús. San Mateo nos presenta Juan forcejeando con él:”¿yo debería ser bautizado por ti, y bienes tú a mi?”. Pero ante la insistencia de Jesús, Juan el Bautista y de que, al salir Jesús del agua, se abren los cielos y desciende sobre él el espíritu Santo en forma de paloma,  mientras se deja oír una voz de los cielos que dice: este es mi hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias (Mt 3, 13-17).
Cualquiera pensaría, leer todo esto, que bautista sabía muy bien antemano que Jesús era el mesías y que por eso rehusaba bautizarle gotita le alegando que más bien era el mesías que debía bautizar de el. Sin embargo las palabras del cuarto evangelio es también claras: al día siguiente vio Juan a Jesús que venía hacia él, y dijo: he aquí el cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo. Este es de quien dice: detrás de mí tiene un varón que me adelanta, porque era antes que yo. Y yo no le conocía, pero vine bautizando en agua para que él se manifestará en Israel. Y dio testimonio Juan diciendo: yo vi al espíritu bajar del cielo como una paloma y detenerse sobre él. Y yo no reconocía; pero el que me mandó bautizar con agua, aquel que me dijo: sobre quién bienes bajar el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautizar con espíritu Santo. Y yo lo vi y di testimonio de que ese es el Hijo de Dios (Jn 1,29-34)
La relación que pueda existir entre estas palabras y lecho testificado por San Mateo se han explicado de diversas maneras. La más sencilla Etiopía parece ser la siguiente: San Juan debió conocer a su pariente Jesús, puesto que entrando a sus familias habían trato muy íntimo. Tal vez la muerte de sus Padres ancianos, cuando él era muy niño, no dio lugar a que Isabel le comunicase lo que ella sabía acerca de la dignidad mesiánica de Jesús. Sin embargo, el trato directo con él le había hecho darse cuenta de que su primo poseía una santidad eminente, que estaba muy por encima de sus siempre imperfectas virtudes. Por eso Juan, a quien su vida usted acaba autoridad para admitir a los pecadores al bautismo de penitencia, se sintió, en cambio, muy inferior al ver a Jesús. Se alguno podía invitar al otro a ser más perfecto, era Jesús quien debía invitar a Juan y no al revés. Más que sus alegó que debía cumplir todo acto de virtud, y puesto que en aquellos momentos que el recibir el bautismo en un acto virtuoso, él quería ser bautizado. Para Juan era una prueba más de la santidad de su pariente, y en el momento mismo en que le veía consumar su humillación recibió la revelación definitiva: vio al espíritu bajar sobre Jesús, y conoció que el era el mesías.
De esta manera selectiva perfeccionando conocimiento mesiánico nepotista. Primeramente había tenido una revelación que le enviaba a predicar, y en virtud de ella sabía que con ocasión de su predicación se manifestaría el mesías; pero uno sabía quién era. Ahora ya sabe que el mesías es Jesús. Más ¿tendrá con sólo esto una idea exacta de la misión del mesías?
De haberla tenido hubiera sido una excepción única entre los hombres. A juzgar por evangelio, sólo Jesús había con esa actitud cuele cuál era su misión. Todos los demás, acostumbrados a ver las profecías con su lenguaje figurado y acronístico, pensaban invariablemente en un reino político, que muchos esperaban se establecería a continuación de un juicio universal. El Mesías sería el juez y el rey. Por eso los que rodeaban a Jesús no llegaba nunca comprender le, porque miraba las cosas desde un punto de vista equivocado. Por eso sus mismos discípulos, que habían estado más de 3 años en su compañía oyéndole hablar del reino de los cielos, soñaban compuestos políticos, y aún después de la resurrección de Cristo hablaban de la restauración de Israel. A los mismos padres de Jesús no se les reveló el misterio de su Hijo sino de una manera progresiva  (Lc 2,33,50), y las palabras mismas del ángel de la anunciación hablaban del trono de David y de un reinado perpetuo. ¿A quién puede extrañar que también el bautista desconocía según misterio que sólo Jesús había de revelar?
Toda la predicación del bautista se reduce a anunciar la necesidad de mejorar la de vida, porque bien el mesías dispuesto a cortar el árbol que no den buen fruto, para echarlo al fuego (Lc 3,9); en su mano trae el bieldo para aventar la parva de suegra y separar el trigo de la paja; el trigo lo llevará a su granero y la paja al arrojar a un fuego que no se apaga (3,17). Todas estas imágenes están hablando de un juicio universal, en el que serán castigados los malos y recibirán su galardón los suelos. Por tanto, cuando el bautista supo que Jesús que era el mesías quedó convencido de que Jesús venía para realizar este juicio. El día del triunfo de la virtud estaba muy próximo, estaba ya las puertas.
Por eso cuando Herodes mandó prender al Bautista el encerró en la prisión de Maqueronte, el prisionero permaneció tranquilo. Sabía que su triunfo estaba próximo. Aquel día, Herodes y los que con el compartían su vida viciosa serían como la paja, mientras que el pobre prisionero sería trigo escogido de los graneros del mesías. Ese día estaba muy próximo.            
Ya él había visto al juez. El cielo se lo había manifestado. Pero fueron pasando los días con la lentitud con que pasan en la prisión, y tras los días pasaron las semanas y a unos meses. Los discípulos de Juan iban y venían, y tenían a su maestro corriente del movimiento mesiánico. Todo estaba tranquilo. Jesús predicaba en tono pacífico y obraba algunos milagros. Nada parecía indicar que se tratase de provocar una conmoción universal para juzgar a todos. Y, sin embargo, en la mente del bautista, mesías y pues universal que eran una misma cosa. Sí Jesús no se disponía juzgar al mundo, ¿se habría equivocado el bautista y no sería Jesús que el mesías? Pero el testimonio del espíritu Santo parecía evidente. Ante tales dudas y perplejidades, Juan decidió enviar un mensaje Jesús: ¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro? …         
Las palabras de Jesús responde perfectamente a los pensamientos del bautista. Él, que se puso a predicar anunciando la venida del Señor, en cumplimiento de una profecía de Isaías, debía saber que no era el oficio del juez lo único que del mesías se había predicho, que él mismo Isaías había anunciado que en tiempo del mesías se abría los ojos de los ciegos y quedarían abiertos los oídos de los sordos, saltar y han como ciervos los cojos y quedaría suelta la lengua de los modos (35,5), y serían misión especial del enviado de Dios el predicar a los pobres (61,1). “ir y contará Juan lo que ha visto oído y visto: los ciegos ven, los cojos candado, los leprosos son curados, los sordos Colle en, los muertos resucitan y los pobres son evangeliza dos” y aun añadió una advertencia dirigida directamente a los pensamientos de Juan: “bienaventurado quien no se escandalice de de mi”.
Esta última frase podía haber dejado en sus oyentes una impresión menos favorable de la grandeza del alma de Juan. Por eso Jesús se apresura salir por el buen nombre del barón austero y constante, superior a todos los profetas.
Entretanto, el bautista decida la cárcel a lección del maestro, y fortalecido con ella esperó hasta la muerte. Sí hubo un momento en que su alma se vio combatida por la duda, nadie por eso podrá creer lo menos grande ni menos Santo. Sí al vulgo se tras luciera las dudas que a veces atormentan algunas almas muy adelantadas en la perfección, quizá las tuviese en menor estima; pero los ojos de Dios la purificación de la duda les da un Valor mucho mayor. Sí a Juan bautista asalto la duda, supo recurrir al único que podía aclarar la, y recibió sus palabras con plenitud de fe. No es ningún desdoro tener necesidad de ser confortado por Cristo, cuando el mismo Cristo oh tuvo necesidad de ser confortado por un ángel en Getsemaní.
Las palabras de Cristo proyectaron nueva luz en la inteligencia de Juan hicieron entender la existencia del misterio mesiánico que él apenas conocía. Su conocimiento perfecto lo recibió algo más tarde. El día en que el verdugo corto su cabeza, Juan entregó su alma en brazos de la fe y; pero el día de la resurrección de Cristo pudo contemplar el misterio con toda claridad. No se había equivocado. Aquel era el cordero que quitar los pecados del mundo.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Profetas de desventuras

José Luis Martín Descalzo.Razones para el amor Jesús no dijo: «Temblad, que estoy llegando», sino «trabajad mientras vuelvo» Profetas de desventuras. Aquella viejecita -con esa santa ingenuidad que sólo tienen los ancianos y los niños- contaba que asistió un día a un sermón en el que el cura habló con palabras tan terribles del próximo fin del mundo, del sol que se iba a destruir y las estrellas que se iban a caer, que, al salir, «como todo aquello era tan triste, me fui a una pastelería y me comí un dulce». Yo hubiera hecho algo muy parecido. Porque me temo que si yo estuviera tan convencido de que el mundo se va a acabar en los dos próximos meses, lo más seguro es que, en lugar de tratar de mejorarlo, me dedicase a cultivar mi corazoncete y me olvidase de los demás. Con lo cual –lo sé- corrompería a la vez mi corazoncete y el mundo. Y así anticiparía la hora de su destrucción. Hablando un poco más en serio, diré que eso es lo que me preocupa del catastrofismo que ahora está tan de moda: que invita más al egoísmo que a la lucha, que reduce la idea de conversión a la de prepararse para morir. Y son cosas muy diferentes. Pero ¡vaya usted a detener a los amigos de las fábulas! De poco sirvió que Juan XXIII estigmatizase a los profetas de desventuras. Desde entonces hasta hoy se han multiplicado. Pero las palabras del papa Roncalli siguen ahí, lucidísimas: "Nos llegan de cuando en cuando, en el ejercicio cotidiano de nuestro ministerio, voces que ofenden nuestros oídos, cuando algunas personas, inflamadas de cierto celo religioso, carecen de justeza en su juicio y en su manera de ver las cosas. En la situación actual de la sociedad no ven más que ruinas y calamidades. Tienen la costumbre de decir que nuestra época ha empeorado profundamente en relación con los siglos pasados y se conducen como si la historia, que es maestra de la vida, no les hubiera enseñado nada ... Nos parece necesario expresar nuestro completo desacuerdo con tales profetas de desgracias que anuncian incesantemente catástrofes, como si el fin del mundo estuviera a la vuelta de la esquina". Y es que para saber que en el mundo hay muchas cosas que están mal no hace falta ser profeta: basta con tener ojos. Y para aceptar que un día concluirá este mundo y regresará el Señor, no hace falta ser un visionario; basta con tener fe. Pero hay que falsificar mucho el Evangelio para confundir al Señor con el terror y el miedo. Y es que Jesús no dijo: «Temblad, que estoy llegando», sino «trabajad mientras vuelvo». Por eso yo no tengo ninguna curiosidad por conocer cuándo acabará el mundo. De momento sé que el día de hoy acabará dentro de unas horas y que este año se concluirá el 31 de diciembre y que yo tengo obligación de llenar de amor esas pocas horas y esos pocos días. Mañana me plantearé la tarea de volver a llenar las horas de mañana, y en el próximo año -si ese año existe y si yo vivo en él- trataré de seguir haciéndolo mejor. Y me da lo mismo que ya sólo quedan dos papas, como dice del señor Fontbrune que dice el supuesto San Malaquías. De momento, quiero al que hay y estoy seguro de que querré -si llego a verles- a sus sucesores. Y no me preocupan los profetas que anuncian la caída del sol. Por hoy tengo suficiente con darle gracias a Dios por este bonito sol que brilla hoy en el cielo.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

martes, 20 de noviembre de 2012

Historia de la Iglesia (ss.19 y 20)

El profesor Josep Ignasi Saranyana nos habla de la Historia de la Iglesia Sss. 19 y 20 (1 hora en dos partes)

lunes, 19 de noviembre de 2012

LA VIRGEN QUE FORJÓ UNA PATRIA

De nuevo el tema guadalupano. Película de 1942. Con guión y dirección de Bracho… La conspiración de Querétaro y el levantamiento del pueblo de Dolores; Hidalgo, conciliador, plantea la indisoluble unión de la formación del nuevo Estado Mexicano con la fe católica. De labios del líder insurgente escuchamos cómo fue el proceso de conquista y fundación colonial… el desconcierto indígena frente a los símbolos cristianos (enmarcado todo en un rencor racial por las acciones brutales de los conquistadores que confrontaban su interés económico)… la preservación de la autoridad y la pérdida de identidad de los indios darían paso al pensamiento criollo; por fin, la solución de integración vendría con el establecimiento de los nuevos vínculos emocionales y vivenciales por el relato del milagro del Tepeyac.

domingo, 18 de noviembre de 2012

sábado, 17 de noviembre de 2012

sit

para los monis junior que deciden proseguir siempre adelante

viernes, 16 de noviembre de 2012

REQUIEM ÆTERNAM DONA EIS, DOMINE…



Cuando un hombre deja este valle de lágrimas, dos implicancias surgen:



La primera: El inmenso y doloroso vacío que deja entre quienes TANTO le han amado; y que tanto le han amado durante TODA una vida.


Tal vacío es consoladoramente rellenado —y en gran medida— por el conocimiento que cada deudo tiene, en conciencia, de su propia subordinación y cumplimiento del IVº Mandamiento de la Ley Divina:


Amar intensamente al ser querido, demostrando tal amor honrándole y asistiéndole en vida de él, del mejor, más cariñoso y efectivo modo posible, no sólo aparta para siempre del alma cualquier estéril y amargo desasosiego, escrúpulo o remordimiento a posteriori de la muerte de aquél, sino que es un verdadero acto de adoración del Eterno Padre y, por ende, de la Santísima Trinidad misma, que será recompensado por el Altísimo como sólo Él sabe y puede hacerlo.


Hay una segunda implicancia de la partida de este valle de lágrimas:


Si fue un hombre de bien, es el colosal consuelo —que los deudos plenamente comparten— de que tal muerte no es sino el llamado a la Eterna Recompensa con que Cristo Rey premia a Su fiel vasallo, vasallo que —a pesar de sus imperfecciones, fragilidades humanas, caídas y recaídas— durante toda su vida aquí abajo luchó, y luchó en su lugar, humilde pero firmemente, con las armas a su alcance —así como con la mayor perseverancia— por tan Augusto Señor.


Por otro lado, si no fue un hombre de bien… dudas, dolor nos invaden.


Aquí debemos centrar nuestras meditaciones en la virtud de Esperanza, así como en la eficacidad de nuestra oración y de nuestros sacrificios, todos cuyos méritos bien puede Dios Omnipotente —Quien, a diferencia de nosotros, no está sujeto al tiempo— aplicarlos de modo tal que sirvan para que ese difunto pueda llegar a lograr un descanso eterno.



* * *



Los muertos permanecen rígidos y en silencio.


Del frío cajón que los encierra no proviene sonido alguno, ninguna exclamación de dolor, ningún pedido de socorro, de auxilio, ninguna lastimera voz solicitando compasión y alivio.


Los muertos están en el más allá; están en la eternidad. Nosotros estamos en el más acá; estamos en el tiempo.


Tal el es abismo que nos separa, que ni sus voces ni sus clamores pueden franquearlo.


A partir de la muerte —el inexorable llamado a Juicio por el Inapelable y Eterno Juez— al alma ya no le quedan posibilidades de reparar el honor divino que conculcara con sus faltas a lo largo de sus pasados días en el mundo, así que deberá ingresar en el Tormento del Purgatorio para limpiarse, para pagar, purgar, lo que debe.

A veces, confiados que, en vida, el buen hombre se había confesado, había comulgado, había recibido la Extremaunción y todos los auxilios de la Iglesia, nos olvidamos de que tal vez no tuvo tiempo de reparar las faltas cometidas a lo largo de su estancia en esta tierra.


Frágiles hijos de Eva, como vemos que los muertos que llevamos a enterrar están silenciosos y como en paz, estamos tentados de ignorar el infortunio y los reales azotes de todo tipo, las acendradas penas y aflicciones, que están padeciendo en el Purgatorio.


Las Almas en el Purgatorio reciben el nombre de “Benditas Almas del Purgatorio”, pues ya se han salvado: Saldrán de la prisión en la que se encuentran, una vez pagada su deuda, sólo para ingresar triunfantes en el Paraíso.


Sin embargo, ahora, como los muertos están en silencio, sus familiares y amigos deberán esforzarse de hablar en su nombre para que la Divina Misericordia adelante el día de su liberación de la prisión del Purgatorio.


Para animar a estos familiares y amigos, la Iglesia les recuerda el Miseremini del Patriarca Job: Decía el Santo Patriarca en medio de sus enormes tribulaciones: “¡Tened piedad de mí! ¡Tened piedad de mí, al menos vosotros, mis amigos!”


Hoy, cada uno de nuestros difuntos nos exhorta y suplica a todos nosotros: “¡Tengan piedad de mí! ¡Tengan piedad de mí, al menos ustedes: Mi esposa, mi esposo, mis hijos, mis nietos, mis ahijados, mis nueras, mis yernos, mis hermanos, cuñados, primos, allegados y amigos. ¡Tengan piedad de mí!”


Son nuestros queridos difuntos quienes desde el más allá están clamando por nuestras oraciones, por nuestros sacrificios, para que les sean aplicados en vistas a ayudarles a salir de las torturas del Purgatorio.


En un texto bien vívido, Santo Tomás Moro hace expresar así a las Benditas Almas sus súplicas:


“Si en este mundo vosotros tenéis piedad de los pobres”, les hace decir, “nadie hay tan pobre como nosotros, que no tenemos vestimenta alguna para cubrirnos.

“Si tenéis piedad de los ciegos, nadie hay tan ciego como nosotros, que estamos en la oscuridad, salvo por visiones espectrales y apariciones desagradables, repugnantes y nauseabundas.

“Si tenéis piedad de los lisiados, nadie hay más lisiado que nosotros, que no podemos arrastrar ninguno de nuestros miembros fuera del fuego, ni tampoco tenemos movilidad alguna en nuestras manos como para defender nuestro rostro contra las llamas.

“Si tenéis piedad de cualquier hombre que veis sufrir dolor, vosotros jamás visteis dolores semejantes a los nuestros, pues el fuego que nos quema aquí a nosotros, tanto sobrepasa en calor a todos los fuegos que alguna vez quemaron sobre la tierra, como el fuego real inmensamente sobrepasa al calor de un fuego pintado en un cuadro.

“Si alguna vez estuvisteis enfermos, sin poder dormir por las noches, y ansiabais tremendamente que llegara la luz del día; cuando cada hora nocturna se multiplicaba por cinco…, considerad cómo son nuestras noches —cómo es nuestra noche— esa noche que debemos sufrir, mientras que yacemos insomnes, inquietos, tensos, agitados, sedientos, asados por el negro fuego en la larguísima noche, que durará, o días, o semanas, o meses, o años, o siglos, o milenios…

“En la enfermedad, os movéis de un lado al otro de la cama, buscando alguna comodidad para poder descansar algo. Nosotros estamos aherrojados a nuestras ardientes parrillas y ni la cabeza podemos levantar.

“Vosotros tenéis doctores, que a veces os curan, o al menos os obtienen alguna calma. Ningún médico puede curar o aliviar nuestros dolores, ni aplicar paños fríos a nuestras literalmente inflamadas cabezas.”



* * *



Nosotros, entonces, advirtamos la capital importancia de rogar por nuestros Fieles Difuntos y pongámonos a la obra, no sólo durante este mes de noviembre, a ellos dedicado, sino por el resto de nuestra terrenal vida, es decir, no sólo ahora, sino de ahora en más:



“Suplicámoste, oh Dios Omnipotente y misericordioso, que las almas de Tus siervos y siervas —por quienes hemos ofrecido a Tu Majestad este Sacrificio de alabanza— limpias de todo pecado por la virtud de este Sacramento, merezcan, por Tu misericordia, gozar de la luz eterna” (Poscomunión de la Tercera Misa del 2 de noviembre).

jueves, 15 de noviembre de 2012

Los pasos de la Eucaristía

En la vida de la humanidad, Jesús representa el supremo esfuerzo por unir al hombre con Dios. Aún el hombre piadoso y Santo, que veía en todas las cosas que otros tantos dones derramados por la mano divina, consideraba Dios como un ser que vivía su vida inefable y solitaria, a una distancia inconmensurable de esta otra vida terrena, en la que nacemos, crecemos ti morimos todos los hombres. Oh Jesús, en cambio, trajo comisión el levantar toda la vida humana a una zona de misterio, donde se juntan lo humano con lo divino.


Él mismo es la suprema realización de este plan. Por que Jesucristo y una interferencia de Dios que en la vida humana, pero también la humanidad se interfiere en la vida divina.


No se verifica en el uno de aquellos descensos esporádicos y efímeros, a nuestra manera de concebir, de la divinidad, que se hacía ver en un momento determinado y desaparecía luego para volver a su inefable lejanía de invisibilidad. Aquí no es sólo que Dios descienda; es que el hombre se levanta, y Dios y hombre, en esa zona de misterio, se abrazan estrechamente para no separarse llamas. Cómo está trabado el nudo de lo humano con lo divino, será siempre misterio del que nuestra razón podrá percibir muy poca cosa. Pero que está trabado es evidente, con la evidencia que tienen las verdades de la fe.


Mas, como quiera que el Verbo no se propuso solamente elevará a esa unión una determinada naturaleza humana, la del hombre Jesús, sino a todos los hombres y la vida de todos ellos, todo cuanto Jesucristo enseñó e hizo lleva esta misma orientación. Por eso, en sus parábolas, en las que no deja de haber un toque de misterio, Sherman and tan felizmente los actos más vulgares de la vida humana y el reino de los cielos. Por eso, en sus palabras, la naturaleza, con sus luces y tinieblas, con su vida y su muerte, sirve como de calquilla a las realidades de la vida sobrenatural. Por eso también, así Jesús que hizo alguna institución, en ella debemos encontrar una zona misteriosa en la que se junten lo divino y lo humano.


Efectivamente, Jesucristo o instituyó los sacramentos, en los cuales se verifica lo previsto. Pero en ninguno con tanta perfección como en la Eucaristía. Ahí sí que se da esa unión misteriosa de los elementos terrenos y celestiales, humanos y divinos. Cómo está trabado el nudo, ni lo vemos ni lo entendemos; pero de que ésta no hay duda. Es una verdad de fe que llegase el casi evidente por la experiencia de la vida religiosa.


Sabían los hombres que el pan de cada día es un Don Hecho por Dios a los hombres. Sabían algunos que en determinadas ocasiones había enviado Dios que el pan a sus escogidos de un modo milagroso. Lo que nos sabían es que Dios había de darse El mismo como pan, porque el pan iba a ser elevado hasta convertirse en la carne y la sangre de un Dios.


Jesucristo había venido para poner remedio al desastre del paraíso, y allí el hombre, al perder la gracia, había perdido también la inmortalidad. El árbol de la vida, plantado por Dios, no hacía inmortal a quien comía de él una sola vez, pero comunicaba tal energía al organismo, que, comiendo del de cuando en cuando, podía el hombre prolongar su vida indefinidamente y ser de hecho inmortal. Todo esto perdió al hombre, y todo esto le devolvió Jesucristo: el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna (Jn 6,55).


Por eso, cuando ya todo estaba cumplido y se iba levantaré largo de la cruz, del que descendería la gracia santifica ante a todos los hombres, Jesucristo preparaban el cenáculo este alimento de vida, que nos haría inmortales, no porque todo el que una vez perciba la Eucaristía este seguro de la inmortalidad espiritual, sino porque es tal la energía que comunica al alma, que, recibiendo la de cuando en cuando, puede estar seguro de vencer al pecado y ser de hecho y mortal.




Y porque al crear Dios el paraíso sabía muy bien lo que había de suceder y tenía preparado el remedio por la Encarnación, en la mente de Dios que largo de la vida estaba asociado a la Eucaristía. Hermoso y codiciable era que el árbol, pero mucho más codiciable es este alimento, en que se nos da el mismo Dios. Por eso, en la complacencia con que Dios miraba el árbol de la vida, entraba con mucho el pensamiento eucarístico. Aquel árbol venía a ser el primer paso hacia la Eucaristía.


Porque Dios no introdujo la Eucaristía en el mundo de una manera inesperada. Un año antes de reunirse Jesús en el cenáculo y dará a sus discípulos del pan de vida, se lo había anunciado claramente en Cafarnaúm, y para eso, el día anterior había multiplicado los panes y los peces en el desierto con un milagro, que hacía recordar el del maná, al que él mismo Jesús tal odio en su discurso.


Por eso el maná es otro paso hacia la Eucaristía. Es una nueva llamada de Dios a los hombres para recordarles que él tiene otro alimento que darles distinto o del que obtienen con el trabajo de sus manos. Y también lo entendieron los hombres, que llamaron al maná “pan del cielo”, en el que los más piadoso se encontraban toda clase de gustos. Jesús advierte, sin embargo, que aquél no era sino un esbozo del pan del cielo. El verdadero pan del cielo sería la Eucaristía: en verdad, en verdad os digo: moisés nos dio pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que bajó del cielo y da la vida al mundo (Jn 6,32).


Y, en efecto, el pan del cielo debería ser un manjar que diese la inmortalidad. No podía ser un manjar inferior al del paraíso. Debía de ser un pan de vida. Y el maná no era así. Sólo Jesús es pan de vida: yo soy el pan de vida. Vuestros Padres comieron el maná en el desierto y murieron. Éste es el pan que baja del cielo, para que el que lo, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; se alguno come de este pan, vivirá para siempre (Jn 6,48-51).


En el desierto de la península Sinaítica, donde Dios había alimentado su pueblo con el maná, se había cambiado ahora por el despoblado de la orilla oriental del lago. Estaré no cayó el maná al amanecer. Fue más bien a la tarde cuando, después de una jornada consagrada la palabra de Dios, Jesucristo multiplicó los panes y sació a una muchedumbre de 5000 personas. Cuando El desapareció y aún después de pasada la noche, la multitud le buscaba afanosa. Aquel pan y que había dejado con hambre demás pan. Era algo así como un aperitivo de la Eucaristía. Jesús se lo dirá: en verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis no porque habéis visto los milagros, sino porque habéis comido los panes yo sabré y saciado; procura dos no el alimento perecedero, sino el alimento que permaneció hasta la vida eterna, el que el Hijo del hombre os dará (Jn 6,26s).


Este sí que era un nuevo paso hacia la Eucaristía. La Eucaristía estaba ya a la puerta, y Jesús hacía que los hombres tuviesen hambre de ella: Sr., danos siempre que sepan  (Jn 6,34).


¿Qué el pan era este? Jesús lo dijo con toda claridad: “el pan que Yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Y a fin de que supiesen que éste era el pan que daba la inmortalidad perdida, añadió: en verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo de resucitar e en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida… éste es el pan bajado del cielo. No como el pan que comieron los Padres y murieron; el que come este pan vivirá para siempre” (Jn 6,51-58)


Ya no faltaba sino esperar a que las puertas del Cenáculo se abrieran y en el silencio de la noche que envolvía al mundo dijera Jesús: tomad y comer. Esto es mi cuerpo…


Fue como el Ca el silencioso del maná en medio de la noche. Fue como un nuevo nacimiento o del Hijo de Dios que en la Casa del Pan. Fue como sea el árbol de la vida hubiera sido arrancado del paraíso y trasplantado la tierra. Fue el paso definitivo de la Eucaristía, que llegaba al mundo.


Después, en los días que siguieron a la Ascensión, comenzaron aquellas reuniones en diferentes casas de Jerusalén, en las que se había de nuevo decir: tomad y comeré… Y blanqueaba el pan eucarístico, y se encendía la fe, y se comía el pan del cielo. Oí en esta casa, mañana en la otra. Era como una procesión de la Eucaristía


Más tarde, palestina resultó pequeña. Se abrieron los caminos del mar y los de la tierra, y los apóstoles llevaron a todos los pueblos las palabras del Sr. Y el pan de la vida. Las palabras del profeta Malaquías se han cumplido en la Eucaristía: desde el orto del sol hasta el ocaso es grande mi nombre entre las gentes, y en todo lugar se ofrece a mi nombre un sacrificio humeante y una oración pura (1,11).


Todavía en la actualidad, la Eucaristía es para algunos pueblos una hermosa esperanza, que camina hacia ellos con la persona del misionero que ha de enseñarles la palabra de Cristo. Son los nuevos pasos de la Eucaristía.


Y entre nosotros, todos los años Taiwán a multitud de niños inocentes que reciben por primera vez el este pan del cielo. También son pasos de la Eucaristía.


Por último, a quien venciera en la lucha moral de esta vida, se le promete en el apocalipsis qué comerá de largo de la vida y recibirá el maná escondido (2,7.17). Será el paso definitivo de la Eucaristía, qué habrá sido ya superada por la participación directa en la vida de Dios.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

La Virgen de la bondad

Ese día ilustra los sobre una gran verdad sirviendo vende una sencilla analogía. ¿Os acordáis de alguna vez los haya recomendado vuestra Madre no tocar la pasta con la que hacía alguna  torta?
Sabía muy bien que podía sentar os mal, y por experiencia quería evitar que los tories el vientre. Tal vez pensáramos en semejante ocasión, o que nuestra Madre no quería complacer nos, o que no fuese buenos los ingredientes de la torta.
Esto es, en pequeño, lo que sucedió en los orígenes de la humanidad; y esta es, con algunas variantes, la historia que viene repitiéndose en lo más íntimo de toda alma que pasar por la tierra.
Dios quiere que seamos buenos llegamos el bien. No quiere la incoherencia de mezclar el bien y el mal, que apega el corazón a las cosas imperfectas de aquí abajo y libe buscando un compromiso entre el cielo y la tierra, entre Dios y sus enemigos. La pasta blanda no es una torta que éste ya dispuesta. Y sin Dios nos quieren esperados, signos prohíbe lo malo, no es porque pretenda destruir la libertad que nos ha concedido,
Sino por querer hacernos felices, como nos lo prometió. Hemos hablado de un dolor de vientre. Era por tratarse de un chiquillo.
A un adulto le hablaríamos mejor de complejos, es decir, de contraste entre lo que somos que lo que deberíamos ser.
Un complejo se reduce con frecuencia a una tensión exagerado entre nuestras preferencias y las de Dios, entre nuestros deseos y los suyos.
Una navaja se ha hecho para cortar, pero no para cortar el mármol. Si larga espera partir piedras, pronto la romperéis.
Nosotros hemos sido hechos para Dios, para la vida, el amor y la verdad. Cuando no vivimos para Dios, nuestra conciencia se revela y empieza para nosotros las crisis que desembocan en neurosis y psicosis espantosas.
Adquirirlo, podéis trazar un gráfico que estará una idea de un complejo.
Trazar sobre una hoja una vertical. Esta línea representada la voluntad de Dios. Completa del gráfico con una abscisa transversal, símbolo de la voluntad humana. Resulta, de ambas líneas, una cruz. La psicología la llama complejo.

Que lógicamente se definen con el concepto de una cruz la voluntad del hombre que supone a la vez Dios.
Por eso, quienes han pretendido negar la naturaleza recibida de Dios encuentran cogidos en el mundo de las cruces y de las desilusiones.
El hombre sin Dios no es un turrón sin almendra; es una torta sin harina. Le faltan los ingredientes de la felicidad. Experimenta un vacío desolador, el vacío de Dios; siente el grave en eso, ayer de remordimientos, el pasado que irrumpen el corazón como una sombra negra, muy negra. Prívate oxígeno vuestros pulmones, y vuestra caras inflamada, por su altar a la respiración; quitad al corazón, y le negara islámica. El infierno debe ser una cosa parecida, sólo que eterna.
El remedio para estos males, para estas desilusiones, es aún el mismo que pueden tener el chico que haya comido la pasta blanda: el de una Madre. La Madre no abandona sus hijos aunque éstos se hayan causado el mal voluntariamente. Quien tengo la Madre, no tiene porqué desesperarse, pues siempre tendrá ella una buena palabra que es capaz de calmar el enojo de los hombres.
Invoca pues, a María, vosotras mujeres que no habéis querido sustraernos a los consecuencias penosas de la pulpa que queda es pillaba al presente con vuestro sufrimientos. Y vosotras también, Madres que tenéis hijos bajo las armas, invocada Maria.
También fue llamado el Hijo de María a combatir contra las fuerzas del mal, ya ella lo acompañó en el campo de batalla, recibiendo una herida en el corazón. La Virgen hizo lo mismo que habéis hecho vosotras, Madres que habéis dado un hijo a la patria. ¡Qué ella os libre de pasar por el dolor de perderlo!
Madres que sentís vuestro corazón oprimido por una pena muy grande, sin nombre, cuál es la de tener quizá un hijo nacido con un mal incurable, de cuerpo enfermizo, retrasado mental, incapaz de hablar, ten tenderos; vosotras que advertís cómo se abaten sobre vosotras que sobre vuestros hijos las alas de la muerte, cada día más próxima, de manera inexorable, confiado vuestras pena samaria, decirle que os escuché ella, que vivió en la angustiosa espera de esa misma marea cuajado el dolores.
La Virgen Maria sabe perfectamente lo que significa tener un hijo que sea una cruz que pesa cada día sobre el corazón. El día en que Jesús vino al mundo, los Magos de Oriente y ofrecieron mirra, que es símbolo de la muerte. Cuando el Niñito sólo contaba40 días, al anunciar el anciano Simeón que sería signo de contradicción, le anticipaba la crucifixión y profe citada Ana María la lanzada que, al traspasar el Corazón del Hijo, atravesaría también su alma de Madre. Haga la Virgen, que conoce de vuestro dolor, que abracéis la voluntad de Dios que, oculta en vuestra luz y la convirtáis en  estremecimiento para el cielo.
Dejadme luego que, por mi parte, pida a María que todos los pueblos conozcan pronto a su Jesús.
El arte indígena va pintando la virgen como supiese nacido del país, como una mujer de su tierra. Y muy acertadamente, desde luego. De la misma manera que en las rosas de Charres que en la gruta de Lourdes se aparece como una francesa, y se la ve en Fátima como una portuguesa, así también resplandece con su Cara de Bondad, negra, el azabache, ante las gentes del áfrica ecuatorial; espléndida y luminosa como la gloria del sol naciente, ante los japoneses; transforma, en fin, su belleza sino caso, conforme a los gustos de cada país, como una Sra. Elegante que no pierde ni altera su atractiva hermosura aunque se cambie de vestido.
Todas las almas desilusionadas, inquietas, temerosas, deben recobrar ánimos pensando en la bondad de Maria.
Se cuenta que, tanto una vuelta por el cielo, vio el Sr. Un día bastantes almas que habían entrado en el con demasiada facilidad. Al momento fue haberse con San Pedro, al que le dijo: que entregue las llaves del paraíso para que las cosas es pensando con la cabeza y haciendo las cosas como juicio. Tiene como ha sido el entrar esas almas aquí en mi reino…
San Pedro, un poco amoscado, le repuso: Sr., no debéis tomarlo conmigo. Cuando yo cierro la puerta, vuestra Madre ábrala ventana…
Bernard Shaw debía pensar en esto mismo, pues, según nos ha descubierto el escritor y poeta W.T.Titteron, el célebre Shaw apreciaba mucho a una monja que todos los días rezaba por su conversión.
Un día quiso explicarle a la monja las dificultades que tenía para creer en la divinidad de Cristo. Antes de marcharse, le dio Shaw unas amables palmaditas en la espalda y de añadió: pienso que al fin me verá su Madre entrar en su casa…
Para la virgen, siempre seremos nosotros los chicos no bien conocidos que otra vez seremos mejores.
El corazón de una madre piensa más en el hijo que se ha caído y se hará causa del mal
. El Padre ofendido se pijamas en la pulpa, pero la Madre, en la persona.
María vela por nosotros, que vives y pequeños hijos suyos, del mismo modo que velaba por su Jesús, y siendo, como es, la Madre del Juez, puede susurrarle al oído alguna palabra de piedad y de perdón para nosotros. El pecado y la redención encuentran en la virgen la posible armonía de la esperanza. La virgen no puede perdonarnos; pero puede, sin embargo, interceder por nosotros, conciliando la justicia y la misericordia de Dios con su ruego de Madre.
Sin la misericordia, la justicia sería extremadamente rigurosa; y sin hubiese justicia, la misericordia permanecer indiferente ante la culpa.
Hay un dulce matiz entre el perdón obtenido por una Madre y no deja ningún amargor en el perdonado.
La justicia puede castigar, con mano dura nuestro delito; la misericordia nos deja en el corazón el disgusto que no haber estimado convenientemente a quien nos apreciaba.
Por ese motivo es quizá por lo que un delincuente castigado por la justicia recae en el mismo delito; pero un hijo salvado por las lágrimas de su Madre prometer su corazón ser mejor en lo sucesivo.
Hay otro misterioso poder en el corazón de una Madre: el de aminorar la culpa de los hijos. Los deshonestos no podrá nunca tolerará los castos; pero los limpios de corazón comprenden a los metidos en el fango;
Por eso un buen confesor siente especial afecto por el pobre pecador y está siempre predispuesto a disminuir la gravedad de la culpa; por eso mismo Dios no agravar las conciencias, sino que las libera del pecado.
Nathanael Hawthorne ha dicho: siempre les que envidiado los católicos su dulce y santa Virgen Madre que campea entre ellos y la divinidad. La Virgen intercepta lo que, procedente de la divinidad, podía ser demasiado intenso para nuestros ojos mortales y sólo permite que todo el amor de Dios y el corazón de sus fieles después de haberse vuelto más humano y más inteligible por la ternura de la Señora…
Para San Efrén, la Virgen es la patrona de los abogados a la perdición.
Dejad, pues, que nos esquiva alguna de las almas queridas y desilusionadas que pueden invocar a María y pueden ser salvadas por Ella.
Hay dolores en la vida que son propios de las mujeres, y que no entienden los hombres. Tal vez por eso, lo mismo que hubo una gran y una hebra en el día del primer pecado, debía haber un nuevo Adán y una nueva Eva en la redención.
Adán, Eva, el árbol del paraíso.
Cristo, Maria, el árbol de la cruz.
Cristo pareció mentalmente todas las agonías de la humanidad; pero las ansias y los espasmos que sólo puede pasar una mujer lo soporto o María en unión de El.
Hay una pena muy amarga que sólo puede experimentar el corazón de una mujer: la vergüenza de una Madre no casada. La virgen Maria estaba desposada con San José; pero mientras lo advirtió el ángel al esposo que la virgen había concebido por obra y gracia del espíritu Santo y no por obra de varón, María hubo de sufrir el atroz suplicio de las mujeres que llevan en su regazo el fruto de un pecado.
Tal vez sin saberlo, Bernard Shaw ha hecho resaltar con su conclusión una verdad sublime y consoladora. Quienes no se hayan aún dispuestos a aceptar a Cristo como mediador entre Dios y el hombre,
Quizá lleguen a la fe por medio de María, que será la mediadora entre esas almas infelices en Cristo, virgen de la esperanza, para quienes están muy próximos a la desesperación.
Marcel Proust, siendo joven, contó un día su madre todas las bestialidades que había cometido. La madre no pudo comprender todo lo que su hijo le contaba; pero con la bondad a la par suave e impresionante, le habló con ternura al corazón, le hizo más liviana la carga de su responsabilidad, y Marcel Proust uno entender el íntimo sentido encerrado en el título dado a la Virgen, mediante la bondad de su Madre.
¿? Pero ¿cómo podrá la virgen Maria identificarse con las penas que los que todavía no se han acercado a Jesucristo? ¿Cómo podrá sentir en ella el sangrar de las heridas de los pecadores?
La Virgen María es como la azucena en el barro de una charca cenagosa: es inmaculada, pero puede comprender lo que les pasa a los que han caído. El pecado nos separa de Dios. La Virgen perdió también a Jesús, su Dios, sí bien no lo perdió moralmente, sino físicamente, durante tres días inacabables. Y su hijo sólo tenía doce años. ¡Cuántas preguntas hizo, cuantas indagaciones realizó y cuanto rezo para encontrarlo! María nunca pecó, pero experimentó en sí el  efecto, el desesperado vacío que acongoja el corazón de todo pecador que ha perdido Dios.
Los que habéis pecado, acordados de que la virgen María y garra en vuestra busca, y cuando os hay encontrado os diga algunas suaves palabritas: hijo mío, qué hemos buscado apenados…
La Virgen nos comprende y puede llevaros a su Hijo.
Lo está escrito en el evangelio, pero yo creo que judas evitar encontrarse con la virgen antes de traición a Jesús, y después de su traición, cuando, con el cabestro en la mano, fue a colgarse de un árbol. Nadie habría encontrado nunca un pezón más cordial.
Sí judas está hoy en el infierno, e lloro debe al hecho de haber vuelto la espalda voluntariamente a la virgen María. Si no está allí, será porque en el instante en que, desde su colina, miro la del calvario, vivía en ella a la Madre con su Hijo y Morelia con la siguiente plegaria los labios: refugio de los pecadores, ruega por mí…
Lo perdáis nunca la esperanza de salvación.
Rezo del rosario y nos olvidéis de que el último acto realizado por el Señor en la tierra fue dejarnos a su Madre, Madre nuestra.
¡He ahí a tu Madre!
¿Y no país a quererla a aceptar?
Jesús os la ha ofrecido.
Un hijo tiene necesidad de su Madre.
Una Madre no puede desentenderse de su hijo.
Yo quisiera proporcionar un consuelo a las almas que se encuentran solas, insatisfechas y apegadas, dejándoles un recuerdo: el hijo que recibe más besos de la Madre es el que más veces y cae.
Puede darse el caso de que tenga también alguno para vosotros.
¡Por el amor de Jesús!
Radio mensaje del 4 de marzo de 1951